Falsos mitos y errores en la alimentación

EN todos los aspectos de la vida existen medias verdades o costumbres falsas; esto sucede también en la alimentación. Podría estar hablando de ellos largo y tendido pero sólo voy a citar los más famosos.

Hace poco escuché a un señor, de unos 50 años, que comer la carne cruda o poco hecha es mejor, porque la gente que la toma muy hecha lo que hace es eliminar las vitaminas, minerales y todos los aspectos beneficiosos de la carne.

Esto que lo piensa mucha gente, no es que no sea cierto, sino que es totalmente falso, ya que lo único que matamos al hacer bien un filete son los microbios y microorganismos propios que deja el carnicero cuando toca la pieza o nosotros mismos cuando al hacer el filete lo cogemos para echarlo a la sartén.
La única manera posible de eliminar las vitaminas, minerales, etc., del filete es echarlo a la sartén cuando el aceite aún no está caliente.

También es frecuente escuchar que el agua mineral es mejor que el agua del grifo.
Estoy cansada de escuchar esto, pues es incierto, ya que el agua mineral no tiene ningún poder curativo ni es la panacea universal; otra cosa es que cuando vayamos a la playa no nos guste esa agua y prefiramos tomar agua mineral, pero no porque sea mejor que la del grifo.

Hace poco llegó a mi casa mi abuelita: ella ya es mayor y tiene la tensión alta. Me dijo que había escuchado que no podía tomar pescados de mar porque esta agua es salada y ella no podía tomar mucha sal; pues bien, señores, otro falso mito, ya que el hecho de que sea o no de mar no influye en la cantidad de sal que contenga el pescado.

Luego algo que llevo escuchando desde pequeña es que los niños deben tomar mucha leche porque están creciendo: no es falso, ya que la leche es un alimento muy completo, pero también la deben tomar adultos, ancianos, ya sean mujeres u hombres, y sobre todo, las mamás recientes que están amamantando a sus bebés.

Podría seguir diciendo muchas mas cosas, como que el agua en las comidas engorda, también falso, ya que debemos tomar dos litros de agua al día, repartidos como deseemos.

Podría continuar como digo, pero ya lo haré en otro número de la revista; sólo espero que esto no caiga en saco roto y hagan caso a mis consejos.

Ana Belén Pomeda Calderón